viernes, 20 de julio de 2012

Mariposas



La RAE las define como insectos lepidópteros pero sabemos que sólo es otro término superfluo que no nos dice nada. Y en eso se parece a nosotros, que ya no nos decimos nada. Si te quedas quieto durante un segundo quizá puedas escuchar lo que el hombre siempre ha temido más que a cualquier otra cosa. ¿Lo escuchas? Silencio. Y no, no quiero que esto se quede en un “Lo pasamos bien” a secas o un “fue divertido” con patatas. Todo evoluciona, cambia rápido y sin esperar a nadie, y yo me quedo sentado en esta silla frente al ordenador pensando en que tus dudas te están devorando y acabarán con la primera persona del plural. Una palabra que ni si quiera sé si puedo volver a pronunciar.

¿Y qué tiene que ver el título de esta entrada con el contenido? Pues puede que poco. Y por eso también se parece a nosotros, porque éramos totalmente diferentes y aún así no podíamos pasar un día contando los segundos que quedaban para volver a vernos las caras y hacer el idiota en esa plaza después de un yogur helado con chocolate blanco derretido.

Y sé que también te pasa esto; que es ponerte a pensar y calculas cuales serían las consecuencias de hacer una cosa u otra. Y tenemos, digo tienes, dos opciones. Y ya sabes cuales son. Pero eh, no te vayas a pensar que esta entrada es para pedirte que te decidas ya. Esta entrada es para recordarte esas noches intentando ver películas, ya sabes porque digo intentando. Esas noches en las que intentábamos que no nos escucharan mis padres y amanecíamos y directos a la ducha. Que ni yo quería que me vieras feo ni tu querías que yo te viera a ti. Que fueron muchas pero nunca podré decir que fueron suficientes. Porque suficientes significa que ya te has quedado satisfecho con algo. Y yo nunca podré estar satisfecho ya que juntos o no, siempre tendré hambre de ti. Porque sabes a fresa y hueles a… a Paco Rabanne (no me ha salido otra comparación de esas inspiradoras mías cutres). Y que ya sabes lo que hay.

Y oye que aquí sigo. Que si quieres nos vemos en menos de dos semanas en un lugar donde la música no nos dejará escuchar nuestros peores pensamientos. Donde espero que esta nos haga olvidar la mierda que nos estamos comiendo estos días; pero sobre todo, que podamos tomar un “te echo de menos” y que algún que otro beso nos haga perder la noción del tiempo y el lugar;  que de repente hayamos vuelto a aquellos días en los que acostarte y levantarte con una sonrisa era normal, y los besos eran infinitos e interminables.


viernes, 13 de julio de 2012

Cincuenta y nueve verdades y una disculpa.


Buenas noches mundo. ¿Buenas? Sí. Al menos eso parece, aunque aún no lo sepamos a ciencia cierta ninguno de los dos. Parece que hayan pasado las siete plagas de la Biblia y el diluvio universal en tan solo tres días. Y este viernes 13 no ha sido tan maldito como cualquiera teme que pudiera llegar a ser. Hoy he hecho una locura. ¿Por qué? Claro que no sé la respuesta, nunca fui racional. ¿Y qué? Tenía que hacerlo. No podía quedarme en estas cuatro paredes esperando una respuesta que sabía que nunca iba a llegar. Porque no, porque no me la merecía.

Hoy me levanté queriendo un día blanco. Ni azul, ni púrpura, coral o magenta. Blanco. Como una hoja de papel que aún no ha sido mancillada con nuestras tonterías mentales, como un principio, un renacer, un despertar. Y vale, aún no tenemos ni la más mínima idea de que va a pasar, pero así es la vida ¿no? He sido un pesado diciéndote las mismas cosas durante una hora y pico. Sesenta minutos, sesenta verdades. Bueno, más bien cincuenta y nueve verdades y una disculpa.

¿Qué vamos a hacer ahora? No sé si temes más la pregunta o la respuesta. Yo tampoco. Ya se fue el frío invierno y llegó el verano, pero nosotros no somos así. Parece que vayamos a contracorriente, y de repente ¡puf!. Me he chocado con algo que me ha destrozado tanto física como mentalmente. Una barrera que algunos denominan realidad. Y mira que yo nunca pensé que eso existiera, pero cuando menos me lo esperaba y tras ser un grandísimo hijo de puta, nos metimos una buena hostia. Yo estoy muy bien pero tu sigues en coma. Sólo queda que tras muchos suspiros y algún que otro beso podamos volver a tomar un “¿qué tal todo?” O un “te he echado tanto de menos que hasta duele”.

Yo me voy ya de viaje, sin ti. Te dejo sólo en esta ciudad llena de ratas y cabrones. Te dejo con mil pensamientos en la cabeza que espero que puedas solucionar, y que no te hundas en ellos como si fueran un ácido tan cristalino como letal. Me voy, pero te dejo esas dos palabras que tanto miedo da pronunciar. Y sólo te pido que recapacites un poco, que yo estaré aquí esperando, pero sobre todo, que no dejes que ese monstruo llamado pasado arruine los sueños que aún nos quedan por cumplir. Si quieres, claro.


miércoles, 11 de julio de 2012


Día uno.

Duele. Parece que puedas sentirlo penetrando tu piel y destrozando tus entrañas, pero no puedes hacer nada para remediarlo excepto comerte la puta cabeza pensando en que fuiste un gilipollas y que ya nada puede cambiar eso. Y ahora piensas, piensas en todos aquellos momentos vividos y lo peor de todo, los que os quedaban por vivir. Sí, usando el pretérito imperfecto. Pasado. Porque ya nada parece factible. No parece que vaya a volver a pasar, que cogiste un avión y desapareciste de mi mundo. Así sin más, sin decir nada. Pero lo peor es que para mi eres como una pegatina adherida a mi cuerpo, una pegatina de la que ni quiero ni puedo escapar. Y cuando intento sacarte de mi me haces daño en silencio, sin palabras.

Parece que fue ayer cuando te vi en una foto por primera vez. “Qué niño tan guapo” pensé. Y qué inocente, creyendo que sólo serías un chico más con el que me daría cuatro efímeros besos en una sucia discoteca. Pero ya no hay vuelta atrás. Intento convencerme de que me equivoco, de que me perdonarás, pero no veo nada claro. Sólo sé que haré lo que haga falta, que no me importa estar mil días esperándote en silencio sin que digas nada, mientras me como mi dolor en la soledad; mientras pienso que ya te has despegado de mi y me evitas como un niño pequeño a su pediatra el día de la revisión médica.


domingo, 26 de febrero de 2012

dos ciudades, mil sensaciones.

París y Manchester. Dos ciudades completamente diferentes que me han hecho darme cuenta de que no todo es Madrid, pero sobre todo, que si estás en buena compañía, nunca importa a dónde viajes. Siempre puedes montar la fiesta en un hotel, una residencia de estudiantes o incluso en la casa de un tío que acabas de conocer... Y bueno, ¿qué mejor para acordarte de esos días que llevar una cámara desechable como las que llevábamos a las excursiones del colegio, para acordarte de lo que pasó la noche anterior?















lunes, 16 de enero de 2012

Primera persona del plural.

 A veces pienso que no tengo fuerzas para seguir con esto. Que debería dejarlo en un sueño pasajero que ambos vivimos en aquellos fríos días de diciembre. Pienso en todas las cosas que pude decirle y que no le dije, todos los besos que dejé de darle por falta de tiempo y todas las caricias que aún me hacen falta para conocer su cuerpo a la perfección. Y sé que no tiene por qué ser así, que si lo es es porque lo elegimos  nosotros y ahora sólo queda vivir con las consecuencias sabiendo que jugábamos a un peligroso pero increíble juego que nos dejaba sin palabras; pero que poco a poco nos iba destruyendo hasta morir. Pero qué dulce morir así, pensando en que inevitablemente, el volver a verle es un renacer. Un despertar. Una estrella fugaz en una noche oscura y sin esperanza; que si te la pierdes y no la ves luego te sientes mal y piensas que has desperdiciado la oportunidad de tu vida, la única ilusión que te quedaba cuando creías que todo había desaparecido. Y  de repente suena un click, y un complejo mecanismo de palabras, besos y susurros empieza a resonar en tu cabeza, haciendo que te des cuenta de que lo único que te apetece es escuchar su voz.
Y no sé cuanto aguantaré, cuanto podré soportar. No tengo ni idea de cuantos días tendrán que pasar para poder volver a su sonrisa y poder reírme de la cara de tonto que pone cuando se queda observándome durante más de 3,8 segundos, tras un “qué riquiño eres”.  Porque pude dejar de soñar con “ese eterno y perfecto desconocido” después de conocerle a él. Sí, a ÉL. Porque a día de hoy es la única razón para que me acueste y levante con una sonrisa, y porque me da miedo estar escribiendo esto cuando hoy hace sólo un mes que nos conocimos.  Gracias por estar a mi lado y por estos treinta días llenos de sonrisas y sensaciones que creía haber enterrado en un baúl a cinco metros bajo tierra. Siempre creí en esa frase que dice “El primero que se enamore pierde”, pero no me importa; nunca tuve mal perder. Porque estar o no estar con él es la medida de mi tiempo y porque la distancia no tiene importancia si acaba donde esté.

Porque sólo sé que le quiero . Ah, y que es tiempo de estrellas fugaces.


miércoles, 11 de enero de 2012

París

y sé que parece que hace años que no escribo y que he desaparecido de Madrid por completo, pero es que la ciudad de las luces me absorbe de una manera de la que no puedo escapar, y eso me encanta.