lunes, 16 de enero de 2012

Primera persona del plural.

 A veces pienso que no tengo fuerzas para seguir con esto. Que debería dejarlo en un sueño pasajero que ambos vivimos en aquellos fríos días de diciembre. Pienso en todas las cosas que pude decirle y que no le dije, todos los besos que dejé de darle por falta de tiempo y todas las caricias que aún me hacen falta para conocer su cuerpo a la perfección. Y sé que no tiene por qué ser así, que si lo es es porque lo elegimos  nosotros y ahora sólo queda vivir con las consecuencias sabiendo que jugábamos a un peligroso pero increíble juego que nos dejaba sin palabras; pero que poco a poco nos iba destruyendo hasta morir. Pero qué dulce morir así, pensando en que inevitablemente, el volver a verle es un renacer. Un despertar. Una estrella fugaz en una noche oscura y sin esperanza; que si te la pierdes y no la ves luego te sientes mal y piensas que has desperdiciado la oportunidad de tu vida, la única ilusión que te quedaba cuando creías que todo había desaparecido. Y  de repente suena un click, y un complejo mecanismo de palabras, besos y susurros empieza a resonar en tu cabeza, haciendo que te des cuenta de que lo único que te apetece es escuchar su voz.
Y no sé cuanto aguantaré, cuanto podré soportar. No tengo ni idea de cuantos días tendrán que pasar para poder volver a su sonrisa y poder reírme de la cara de tonto que pone cuando se queda observándome durante más de 3,8 segundos, tras un “qué riquiño eres”.  Porque pude dejar de soñar con “ese eterno y perfecto desconocido” después de conocerle a él. Sí, a ÉL. Porque a día de hoy es la única razón para que me acueste y levante con una sonrisa, y porque me da miedo estar escribiendo esto cuando hoy hace sólo un mes que nos conocimos.  Gracias por estar a mi lado y por estos treinta días llenos de sonrisas y sensaciones que creía haber enterrado en un baúl a cinco metros bajo tierra. Siempre creí en esa frase que dice “El primero que se enamore pierde”, pero no me importa; nunca tuve mal perder. Porque estar o no estar con él es la medida de mi tiempo y porque la distancia no tiene importancia si acaba donde esté.

Porque sólo sé que le quiero . Ah, y que es tiempo de estrellas fugaces.


miércoles, 11 de enero de 2012

París

y sé que parece que hace años que no escribo y que he desaparecido de Madrid por completo, pero es que la ciudad de las luces me absorbe de una manera de la que no puedo escapar, y eso me encanta.